Evitar la deshidratación en ancianos

Evitar la deshidratación en ancianos es un problema que puede llegar a pasar inadvertido, pero que es mucho más grave de lo que pueda parecer. Tanto es así, que puede llegar a aparejar graves problemas de salud, e incluso un índice de mortalidad. Así, la deshidratación ocasiona trastornos y agresiones varias a la salud del organismo, tanto más graves cuando recaen sobre personas de muy corta edad, o, por el contrario, de edad avanzada. Todos hemos oído hablar de las insolaciones o golpes de calor, de los tirones musculares de calor, los desmayos, y un largo etcétera.

Por añadidura, las personas de la tercera edad son más propensas a padecer este tipo de problemas y trastornos, pues su termorregulación corporal ya no es la misma que en edades más tempranas, y además, la sensación de sed y la necesidad de hidratación del organismo ya no son alertadas por este con la presteza de antaño.

Ello conduce a que los ancianos tomen líquidos en menores cantidades de lo que sería recomendable, o incluso muy por debajo de las dosis diarias de agua y de líquidos no alcohólicos como zumos. Recuérdese que, cuanto mayor sea la graduación alcohólica de una bebida, menos hidrata y más deshidrata, por lo que no es una idea muy aconsejable el pretender rehidratarse o refrescarse con vino o cerveza, no digamos ya brandy, whisky, gin-tonics, etc.

Además, la persona anciana suele tener mayores problemas de presión arterial y de tensión que en edades previas de la vida, y bebidas vasodilatadoras como lo son las alcohólicas no es que contribuyan muy de manera muy positiva a apartarles de tan peligrosas variaciones vitales, precisamente. Evitar la deshidratación en ancianos incluye tener en cuenta los líquidos que han de consumirse en la dieta diaria y semanal.

Otra razón de que los ancianos consuman menor cantidad diaria de líquidos que la recomendada, estriba en un comprensible temor a la incontinencia, puesto que el aparato urinario, próstata incluida, han experimentado cambios significativos. La capacidad de los riñones de filtrar las sustancias absorbidas por el cuerpo es hasta un 60% a la todavía florida edad de treinta años.

Pasan los años de la edad florida, que escribía Lope de Vega. La piel adelgaza, cambia el funcionamiento de los sensores que esta emplea para captar la temperatura, y las modificaciones del llamado metabolismo basal provocan el que absorber calorías sea más lento y difícil: de ahí la mayor necesidad de los ancianos de consumir más calorías, siempre que no les aporten más colesterol del perjudicial (no grasas vegetales cardiosaludables y beneficiosas).

Todo ello se resume en que las personas de avanzada edad tengan una más baja temperatura corporal, y por ello no adviertan con la misma facilidad que antes las fluctuaciones térmicas, y puedan caer desprevenidos ante las emboscadas del calor. De ahí que la prevención de la deshidratación en esta etapa de la vida sea más delicada por antonomasia.

¿Qué es un golpe de calor y cómo afecta a los mayores?

El golpe de calor, como lo conocemos, es un caso de hipertermia rápida del organismo.
El organismo, debido a las altas temperaturas, no es capaz de regular la temperatura corporal produciéndose deshidratación acompañada de otros síntomas más o menos graves.

El calor interior sobrepasa los 40 ºC, produciéndose un shock térmico en el transcurso de una hora o que se extienda algunas horas más, pero que, si no se trata a tiempo, puede tener consecuencias nefastas.  Si hablamos de personas mayores, todo ello se incrementa aún más, por lo que es necesario actuar con la mayor rapidez posible.

La deshidratación: problemas que causa y cómo evitarlos

La deshidratación en adultos mayores puede desencadenar una serie de problemas dependiendo de si es leve, moderada o grave. Al principio, lo normal es que se tenga sed y se sienta la boca seca. Si atendemos a los síntomas de menor a mayor gravedad, podemos destacar:

  • Sed, boca seca o pegajosa.
  • Dolor de cabeza, piel fría y seca.
  • Calambres musculares.
  • Orina de un color más oscuro.
  • Confusión e irritabilidad.
  • Presión arterial excesivamente baja, que también puede poner en riesgo la vida de la persona afectada.
  • Aceleración de la frecuencia del corazón.
  • Infecciones del tracto urinario: una situación prolongada de deshidratación puede causar infecciones urinarias, cálculos renales e, incluso, insuficiencia renal.
  • Mareos o desvanecimientos.

Para evitar la deshidratación en ancianos conviene seguir una serie de recomendaciones y prestar especial atención a la ingesta de líquidos, tanto agua como aquellos alimentos que la contengan.

  • Ofrecerle agua a menudo, en estos casos se aconseja beber entre 6 y 8 vasos de agua al día durante la mañana y la tarde.
  • Comer con frecuencia determinadas verduras, frutas y hortalizas (pepino, melón, melocotón, sandía) que también rehidratan, evitar las comidas excesivamente opíparas.
  • Tomar bebidas con un contenido de azúcares moderado y sin alcohol o con muy baja graduación alcohólica (que de ningún modo han de sustituir al agua).
  • La medicación, en algunos casos, tales como laxantes o la diurética también puede ser causantes de deshidratación.
  • Evitar salir al exterior en las horas de mayor calor. Es recomendable salir durante la mañana o a última hora de la tarde.
  • Protegerse con ropa ligera, transpirable y tejidos claros. Usar también sombrero y protectores solares.
  • Las estancias de la vivienda deben estar frescas y ventiladas, hacer uso de un ventilador o aire acondicionado para que el anciano esté bien.

¿Cuáles son los síntomas de la deshidratación en ancianos?

  • La boca y labios pueden llegar a estar secos y hundidos por la falta de agua, además de observar la falta de elasticidad en la piel.
  • Disminuye la cantidad de fluido corporal y orina, que cambia de coloración a más oscura.
  • Aparición de fatiga y el dolor de cabeza como signos relevantes de la deshidratación en ancianos. Una deshidratación prolongada también se asocia a tensión arterial baja, y a ritmos rápidos del corazón y el respiratorio.

Si hablamos de una deshidratación severa puede llegar a afectar a la actividad normal del cerebro, provocando desorientación, vértigos, confusión y otro tipo de síntomas parecidos a la demencia.

Sea de un modo u otro, la deshidratación es un riesgo real entre las personas mayores, ya sea por una mayor pérdida de líquidos o una menor ingesta de estos produce importantes cambios fisiológicos en su organismo consecuencia de la edad. Al envejecer, el contenido de agua se reduce y la sensación de sed disminuye por lo que las personas mayores no suelen hidratarse bien. Si a esto le sumamos diversas enfermedades que aumentan las pérdidas de agua, como la diabetes, tenemos suficientes indicios para sufrir deshidratación.

La deshidratación es una causa frecuente de hospitalización entre personas de edad avanzada, cuidemos la correcta hidratación de nuestros mayores sobre todo en los meses más calurosos del año. Si cuidas a una persona mayor o tienes algún familiar cercano, procura estar atento a este y vigila sus cambios corporales: si se encuentra cansado, abatido, el estado de su piel… son síntomas que pueden alertar de ello.

Del mismo modo, debemos proporcionarles todos los medios a su alcance para que esté lo más cómodo posible y no exista la posibilidad de padecer un golpe de calor. Desde contar o suministrarle el líquido suficiente, a tener su hogar bien aclimatado para que esté fresco y cómodo. Cuidar sus salidas al exterior y, en definitiva, estar pendiente del adulto mayor frecuentemente.