Alimentar a un paciente de Alzheimer es un problema considerable, sobre todo en etapas avanzadas de esta extendida modalidad de demencia senil. En estos periodos ya más profundizados de tal patología, las personas pueden mostrarse inapetentes o incluso agresivas, y tener problemas para la masticación y para tragar los alimentos.
El Alzheimer es una forma de demencia particularmente presente entre muchas personas de avanzada edad. Consiste en la anómala reproducción de ovillos proteínicos sobre, bajo, alrededor y en el interior de las células neuronales, de tal manera que va entorpeciendo las sinapsis o conexiones entre neuronas, y destruyendo tanto la propia conexión sináptica, como las propias células cerebrales. El resultado de ello es un paulatino y más que considerable deterioro de la cognición del paciente afectado, de modo tal que se van perdiendo las capacidades ejecutivas básicas para las tareas más cotidianas, como vestirse, atarse los zapatos o comer.
Se crea una situación de pérdida de autonomía y de clara dependencia del adulto mayor, situación que, debido a las pérdidas de memoria, desorientación y bruscos cambios emocionales y de humor del enfermo, puede llegar a hacer muy difícil la relación con él. Por tales razones y otras tantas, es fundamental seguir una serie de consejos que nos ayuden a cuidar mejor a esa persona atacada por esta dolencia.
Un tren de vida saludable basado en el envejecimiento activo puede minimizar y retrasar en la medida de lo posible los síntomas y avances de esta enfermedad, y ello también el tipo de nutrición que el afectado tome cada día. Pero ya sólo la mera tarea de administrarle sólidos y líquidos puede ser bastante ardua, por lo que es indispensable esclarecerla.
Cómo mantener una buena nutrición del enfermo
Alimentar a un paciente de Alzheimer también significa amoldarse a sus necesidades nutricionales básicas. Así, por ejemplo, si la sintomatología de esta dolencia implica una mayor agitación del anciano, será preciso administrarle un mayor aporte energético y calórico.
Para los ancianos con esta demencia, han de seguirse estos consejos esenciales:
- Han de ingerir abundantes minerales y vitaminas. Esto es vital, pues a mayor desnutrición, mayor fragilidad del anciano y más raudo avance de la patología.
- Se recomiendan almidones o féculas (contenidas en el arroz, la patata y otros alimentos), ingeridas de cuatro a seis veces diarias.
- De lácteos, verduras y hortalizas, han de ingerirse dos o tres raciones cada día.
- Las legumbres, fuente de féculas, habrán de ser ingeridas unas dos veces cada semana.
- Evitar los alcoholes y los azúcares simples, así como los lípidos o grasas.
- Por supuesto, en cada comida ha de consumirse abundante agua.
- Dadas las graduales dificultades de masticación e ingestión, es recomendable administrar las comidas en purés o en trozos pequeños que no estén duros. En todo caso, ha de prevenirse el atragantamiento y hacer la comida fácil de deglutir y apetecible.
Asimismo, pueden darse una serie de consejos para mantener una buena nutrición y hábitos alimentarios del enfermo:
- Mantener la sana costumbre mediterránea de crear un entorno de sociabilidad en las comidas, para que así comer resulte más placentero.
- Mantener asimismo unos horarios fijos para las comidas, que habrán de ser cuatro al día.
- Los alimentos que hayan de ser cocidos y su presentación en la mesa, habrán de ser variados, para así despertar mejor el apetito de la persona anciana.
- Litro y medio de agua al día. A veces, para evitar que el paciente se atragante, es preciso dársela con espesantes o gelatinas.
- Retirarle de cerca instrumentos cortantes o bien alimentos que se encuentren excesivamente calientes.
- Cortar la comida en trozos pequeños y utilizar purés y alimentos con texturas suaves para que sea más fácil su ingesta.
- Controlar el estreñimiento manteniendo la movilidad junto con la ingesta adecuada de agua y de fibra. En otras ocasiones se requiere el uso de laxantes y enemas.
- No aislar al paciente a la hora de comer. Es importante socializar a la mesa y que se sienta acompañado de otros miembros de la familia, manteniendo así la costumbre de comer acompañados.
Alimentar a un paciente de Alzheimer puede ser mucho más fácil y más provechoso para el enfermo si seguimos estas pautas. Recordemos que dar de comer a una persona que padece esta enfermedad requiere de tiempo y paciencia, por lo que debemos evitar las prisas a la hora de darles de comer. En este sentido, debemos tener en cuenta que, según el estadio de la enfermedad en que se encuentre, será necesario establecer un tipo de rutinas u otras para favorecer la ingesta y que la hora de la comida sea lo más satisfactoria posible por ambos lados (enfermo y cuidador).
¿Qué hacer cuando el enfermo de Alzheimer no quiere comer?
En los primeros momentos de la enfermedad, en fase leve, debemos ayudarle a planificar las comidas, menús, elaborar la lista de la compra y colaborar a la hora de la comida para facilitarle lo máximo posible. Es normal que comience a olvidar ciertos alimentos, que ha comido, como preparar un guiso… por lo que hacer un planning semanal le servirá de gran ayuda.
Más adelante, cuando la enfermedad avance, deberemos facilitarle la ingesta de comida más suave mediante purés, dieta blanda y que incluya variedad de nutrientes para que ingiera las cantidades necesarias.
Cuando un enfermo se encuentra en la fase grave de la enfermedad, en las que presenta un deterioro cognitivo severo, aparecen muchas complicaciones frecuentes, entre ellas los problemas de alimentación como pueden ser disfagia o atragantamiento, desnutrición por no querer comer o no poder hacerlo. En estos casos, en los que no se pueda forzar a ingerir alimentos, se podrá emplear el uso de sondas según estime el médico.
Es importante que prestemos atención a su postura cuando esté comiendo. En muchas ocasiones, el paciente suele recostarse hacia atrás, por lo que debemos incorporarlo adecuadamente a la mesa en posición más idónea. Si es posible, invítela a coger el cubierto con sus propias manos y ayúdele a llevarse el alimento a la boca. Si no es el caso, le ayudaremos a hacerlo. Habrá veces en las que la persona no quiera abrir la boca e incluso se le puede olvidar está acción, por lo que tocar su barbilla o boca suavemente llevaría a poder hacerlo. Es más, en muchas ocasiones, vernos comer a nosotros les ayuda a poder hacerlo ellos.
Además, en muchos casos, el enfermo no recuerda que ya ha comido y quiera seguir comiendo o, incluso, una vez terminado de hacerlo, comería otra vez. Debemos evitar los excesos controlando las cantidades. Y para hacerlo más fácil, podemos poner interés en los cubiertos, el mantel y demás utensilios utilizando colores neutros para no confundirle, platos hondos y vasos con agarre fácil.