Vivimos en una época en la que todo corre deprisa. Entre el trabajo, los mensajes que no paran de llegar al móvil, los recados y los compromisos, parece que nunca hay tiempo para nada. Pero mientras estamos ocupados con todo eso, hay personas que esperan. No piden mucho, solo un poco de atención. Un rato. Una voz al otro lado del teléfono. Una visita inesperada. Un gesto pequeño que, para ellos, lo es todo.
Nuestros mayores, especialmente quienes viven solos o están hospitalizados, no necesitan grandes cosas para sentirse bien. Necesitan compañía. Necesitan saberse parte de algo. Y ahí, una llamada o una visita pueden marcar una diferencia inmensa.
La soledad que no se ve… pero pesa
No hace falta estar solo para sentirse solo. Hay personas mayores que viven en residencias o incluso con familia, y sin embargo se sienten invisibles. A veces no es cuestión de presencia física, sino de conexión emocional. De sentirse escuchados, mirados, tenidos en cuenta.
Una llamada de cinco minutos puede cambiar por completo el ánimo de alguien. Lo que para nosotros es un gesto sencillo, para ellos puede ser el mejor momento del día. O de la semana. La soledad no se mide en número de personas alrededor, sino en cuántas se detienen realmente a mirar, a preguntar, a estar.
El hospital, ese lugar que puede aislar
Cuando una persona mayor ingresa en el hospital, su mundo cambia de golpe. Pierde sus rutinas, sus objetos familiares, su independencia. Y aunque el personal médico haga su trabajo con profesionalidad, muchas veces falta algo esencial: el calor humano.
El hospital puede ser frío, rutinario y hasta desconcertante para ellos. Por eso, el acompañamiento emocional es tan importante. No solo es estar ahí. Es sostener la mano, escuchar una historia repetida, decir “estoy contigo”.
En ciudades como Jaén, donde aún queda cierta cercanía vecinal, el servicio de acompañamiento hospitalario se ha convertido en un pilar fundamental para muchas familias que no pueden estar siempre presentes. Y saber que alguien está con ese ser querido en momentos tan vulnerables… da una paz inmensa.
Beneficios reales de acompañar
No hablamos solo de sentirse mejor anímicamente. La compañía también tiene efectos muy concretos en la salud. Diversos estudios lo confirman: el acompañamiento reduce el estrés, mejora la recuperación y previene episodios de desorientación en pacientes mayores, sobre todo cuando hay algún tipo de deterioro cognitivo.
Algunos de los beneficios más destacados del acompañamiento hospitalario:
- Disminuye la ansiedad y la sensación de abandono.
- Favorece la adherencia al tratamiento médico.
- Reduce los episodios de delirio o confusión en personas con demencia.
- Mejora el apetito y el descanso.
- Refuerza la autoestima y el sentido de dignidad.
Una llamada que ilumina el día
Vivimos rodeados de pantallas y notificaciones, pero no todos están dentro de esa dinámica. Muchas personas mayores no tienen redes sociales, ni saben hacer videollamadas. Su mundo digital se reduce, en el mejor de los casos, a un teléfono fijo. Y ese timbre, que para muchos es ruido de fondo, para ellos puede ser el momento más esperado del día.
Una simple llamada puede devolverles la sonrisa, la energía, las ganas de conversar. No hace falta hablar de cosas profundas ni tener grandes noticias. Basta con preguntar “¿cómo estás?” o compartir una anécdota cotidiana.
Visitas que se convierten en regalo
Para quienes están en residencias, hospitales o simplemente solos en casa, una visita tiene un valor emocional inmenso. No se trata de llevar regalos o hacer grandes planes. Solo estar. Escuchar. Mirar con ternura. Compartir el silencio.
A veces creemos que una visita corta no vale la pena. Pero para ellos, cada minuto cuenta. Y si esa visita se convierte en rutina, en algo que esperan cada semana o cada mes, entonces se transforma en una fuente de alegría estable.
¿Cómo hacer que una visita sea especial?
- Llevar fotos familiares, aunque sean impresas en papel normal.
- Leer juntos un poema o un capítulo de un libro que solían disfrutar.
- Dar un pequeño paseo, si la salud lo permite.
- Escuchar con atención, sin corregir, aunque repitan la historia.
- Llevar un detalle simbólico: una flor, una magdalena casera, una postal escrita a mano.
Cuando el cuidado también es emocional
En hospitales cada vez más modernos, con tecnología puntera, aún queda una tarea pendiente: el cuidado emocional. Los tratamientos salvan vidas, pero el trato humano las hace más llevaderas. Por eso, cada vez más hospitales y asociaciones están formando a su personal para cuidar no solo el cuerpo, sino también el alma.
En Jaén, por ejemplo, existen asociaciones que ofrecen acompañamiento a mayores hospitalizados, no como un lujo, sino como parte del cuidado integral. No todos los familiares pueden estar, y no pasa nada. Lo importante es que alguien esté.